<
>
Capítulo 4 -- continuación
< --- Capítulo 4, Sección 2 Escorbuto: El "Cáncer" de una
Era Anterior en la Medicina Ortodoxa
No creo conocer de alguien que no pueda recordar la versión
escolar del escorbuto; que era una enfermedad difundida en la marina
Británica "porque los marinos no tenían acceso a alimentos frescos durante
los largos viajes por mar; que se descubrió que el jugo de limón
prevenía -- o se pensaba después que 'curaba' -- los síntomas";
y que el descubrimiento del ácido ascórbico (Vitamina C), hecho
posible a través de un milagro de la medicina moderna, finalmente
dio lugar a la eliminación de esta enfermedad de deficiencia.
[ 1 ]
La base de esta deficiencia está bien establecida: que los humanos integran el puñado de primates que, junto con los conejillos de indias y los murciélagos frugívoros, comparten un "defecto genético". A saber, que ellos (nosotros) somos los únicos entre las más de treinta subclases de Mamíferos que no metabolizan su propio ácido ascórbico (C6-H8-O6). De hecho, la producción interna de ascorbato es casi universal en la vida animal. Nosotros carecemos de ella. [ 1B ] Nada de esto cuenta realmente la historia como merece ser contada, por supuesto. Y tan culto como yo pensaba que era, no fue hasta que fui a prisión y me topé con historia tras historia mostrando los alarmantes paralelos entre la historia del escorbuto y la más reciente historia del cáncer, que comencé a entender la importancia de los paralelos. Lo más notable . . .
Adicionalmente, mientras que el escorbuto es la manifestación más extrema de la carencia simple de un nutriente, el cáncer es considerablemente más complejo -- por definición. Muchos distintos crecimientos celulares malignos debieron ser agrupados juntos -- unas 200 enfermedades separadas, diferentes -- en una enfermedad única que llamamos "cáncer". (Esto fue un importante desarrollo económico. De hecho, las autoridades médicas deberían estar orgullosas de que NUNCA habrá una cura de "talla única" para el cáncer. ¿Porqué? Porque a diferencia del escorbuto, la palabra "cáncer" no define una única enfermedad. Define muchas -- algunas de las cuales, como el carcinoma basal celular y la leucemia, están sólo tangencialmente relacionadas. Pero regresaremos a este punto más tarde.) A pesar de estas diferencias, las similaridades y los métodos de ocultamiento son suficiente y sorpresivamente similares como para, en relación con el presente estudio, merecer nuestra atención. Adicionalmente, el ocultamiento del beneficio que la Vitamina C juega en la prevención del cáncer añade una relación causal adicional e importante a nuestra comparación. [ 3B ] El período de tiempo dentro del cual se piensa que el Occidente tuvo un problema epidemiológico con el escorbuto, es aproximadamente desde el siglo dieciséis hasta el dieciocho, pero muchas de las partes importantes de la historia se encuentran fuera de estos límites cronológicos. Vogel comienza su obra rescribiendo a Jacques Cartier y el amargo invierno de 1535-1536. [ 4 ] Sus tres barcos estaban congeladas en el Río St. Lawrence, cerca de lo que ahora es Montreal, y con cuatro pies de hielo bajo ellos y la extinción de alimentos frescos en las reservas del barco. El escorbuto se afianzó tan severamente que para mediados de marzo, 25 hombres habían muerto, y entre los sobrevivientes, sólo "tres o cuatro" hombres no estaban tan enfermos como para ser considerados sin esperanza. Sin embargo, con ayuda del Jefe Indio local, Domagaia (quien una vez se curó a sí mismo del escorbuto -- adéndum cuestionable, puesto que casi no se oía del escorbuto entre los Indios), "el jugo y la savia de cierto Árbol", salvaron a los sobrevivientes. Las ramas de este "árbol mágico" fueron primero recogidas y de ahí "hirviendo corteza y hojas para un brebaje, y poniendo los desechos sobre las piernas". Todos aquellos que fueron tratados "rápidamente recobraron su salud y los Franceses se maravillaron con las habilidades curativas de los nativos". Ahora sabemos que la CURA utilizado no era nada más que abeto o pino blanco. Lejos de ser una historia obscura, es el propio James Lind, a quien se acredita en Occidente el "descubrimiento" de la base nutricional para curar el escorbuto (la cual revisaremos en un momento), quien comenzó sus experimentos comprobando aquello, pero sólo DESPUÉS de haber leído los relatos de Cartier. [ 5 ] Lo más asombroso que usted descubre al estudiar la antropología cultural que rodea a este fenómeno es que casi no hay pueblos indígenas en la Tierra fuera de la "Europa Civilizada" que no supieran cómo curar el escorbuto -- si acaso lo tuvieron alguna vez. El asunto es así de sencillo. Hoy conocemos la relación entre la Vitamina C y una cantidad de frutas y vegetales frescos, de manera que se podría pensar que si alguien en la tierra podría ser susceptible de contraer escorbuto, sería en las latitudes más al norte. Después de todo, de seguro la gente que no tiene acceso regular a ninguna fruta o vegetal fresco sería afectada con esta enfermedad. Weston Price descubrió que éste no es el caso. Durante sus travesías por el norte Canadiense en los años 20, por casualidad le preguntó a un anciano Indio, a través de un intérprete, "porqué los Indios no contraían escorbuto". El Indio rápidamente contestó, "Esa es una enfermedad de hombres blancos". Le dijo a Price que los Indios saben cómo prevenir el escorbuto, pero los hombres blancos no. ¿El secreto? Luego de matar a un alce por deporte, los Indios buscaban las "dos pelotitas de grasa" en la espalda del alce, justo encima de los riñones (las glándulas adrenales), las cortaban en pequeños pedazos y se los daban a sus familiares. Conocemos que las glándulas adrenales -- incluso de los alces -- contienen Vitamina C. [ 6 ] ¿Cuánta "gente civilizada" sabe esto? El aspecto más vergonzoso y engañoso de la versión escolar de la historia del escorbuto, en mi opinión, es el ocultamiento de hechos críticos mucho mayores que esto. ¿Cuánto cambia la historia cuando se revela que incluso entre muchos Europeos, la cura para el escorbuto era bien conocida desde un principio, pero simplemente no "reconocida oficialmente", (igual que en el caso de curas efectivas para el cáncer hoy en día)? ¿Cuánto cambia la historia cuando se revela que incluso los oficiales médicos en esos tiempos conocían la cura, pero se la ocultó porque para implementar tal prevención, en una era donde los cítricos y otras frutas frescas eran estacionales y no existía la refrigeración, se consideraba una inconveniencia intolerable? ¿Cuánto cambia la historia cuando se revela que el llamado oficial por "encontrar una cura para el escorbuto" fue dicho por la Élite solamente DESPUÉS de que embarcaciones de guerra extremadamente costosas debieron ser abandonadas en el mar porque el número de víctimas no dejaba suficientes marineros para navegar los barcos -- y por lo tanto, convirtiendo a la investigación en un asunto de dinero y no de vidas humanas? [ 7 ] El escorbuto, como el cáncer, es en gran medida una enfermedad artificial. Hay tal abundancia de ascorbato a lo largo y ancho del reino vegetal, que uno tiene que crear una condición altamente artificial para inducir el escorbuto en primer lugar. No hay duda de que el proceso evolutivo descartó la capacidad de manufacturar ascorbato en el hombre: ¿porqué sostener un proceso metabólico que es redundante en todo el reino vegetal y abiertamente accesible a través de la dieta natural de uno? Tal condición artificial es escasa en el mundo, pero sí existió con la aparición de barcos más grandes en el siglo quince, capaces de transportar al hombre a grandes distancias en largos viajes que duraban meses. Este avance en la vida marina creó una condición antinatural, una "maladaptación", para la que el hombre no había sido creado. La enfermedad, recuerde, es creada cuando se imponen exigencias al cuerpo humano para las cuales no está naturalmente diseñado a adaptarse, o para las cuales el intento de adaptarse conlleva un mal estado. Aplicado al escorbuto, podemos recapitular este principio como un corolario: a saber, que mientras más alimentos se quitan de la naturaleza, mayor la posibilidad de crear enfermedad. La desafortunada historia de Jacques Cartier y su tripulación escorbútica puede haber sido una de las más tempranas de la era moderna, pero la enfermedad era tan escasa y desconocida al punto de que no fue definida ni popularizada hasta mucho después. La enfermedad no era bien conocida o ampliamente experimentada porque, de nuevo, la maladaptación que la creó -- a saber, tener hombres viviendo y trabajando en los barcos durante meses sin consumir alimentos vegetales frescos llenos de ascorbato, los cuales forman parte de la dieta natural del hombre -- era una rareza en la experiencia de la humanidad. No fue hasta 1589 que la obra de Richard Hawluyt Principall Navigations (Artes Náuticas Principales) fue publicada, donde hace mención de dos hombres que murieron de "skurvie", una de las primerísimas apariciones de la palabra en una publicación en Inglés. En conjunto con las crecientes exigencias para los marinos de subsistir en hábitats antinaturales durante meses, estaba una completa carencia de cuidado de su bienestar general. Esto se hace evidente al examinar las dietas que les imponían, las cuales preparan el terreno para condiciones escorbúticas. Hay que tener el cuidado de no comer ni beber mientras se lee la asqueante narración de Bown sobre la dieta naval estándar, la cual cambió sólo levemente con los siglos "y sólo levemente entre las diferentes naciones Europeas". Las vituallas estaban limitadas a lo que podía preservarse o almacenarse durante muchos meses sin dañarse . . . pero el factor más influyente en el proceso de abastecimiento era, por supuesto, el dinero. Los Oficiales de línea tenían mucha menos probabilidad de contraer escorbuto que los mal pagados de bajo rango, porque podían permitirse llevar sus propias provisiones: fruta deshidratada como manzanas, peras, bayas y demás, mientras que la tripulación estaba sujeta a una dieta antinatural que incluso para los estándares dietéticos ortodoxos, carecía de la mayoría de nutrientes, aunque abundante en calorías. Bown describe el menú semanal típico para el marinero común: Puede que esto no suene tan desapetecible hasta darse cuenta de la condición en la que se lo servía. Las observaciones hechas por James Patten, un cirujano a bordo del segundo viaje del Captain Cook, eran representantes de su época: "Nuestro pan era . . . tan mohoso como rancio, y al mismo tiempo infestado de dos tipos distintos de pequeñas larvas cafés, el Curculio granarius (o gorgojo) y el Dermestes paniceus . . . Sus larvas, o gusanos, se encontraban en tales cantidades en la sopa de arvejas, como si hubieran sido esparcidas sobre nuestros platos a propósito, de modo que no podíamos evitar tragar algunas de ellas en cada cucharada que tomábamos". [ 8 ] Tal era la poca consideración de los Almirantes de los varios navíos nacionales con la dieta de sus marineros. Y, sin embargo, no era porque no podían ofrecerles algo mejor. Muy por el contrario, las autoridades de la época se tomaron todas las molestias para asegurarse de que los marineros NO tengan lo que necesitaban. Recién en 1736, William Cockburn, un notable médico y cirujano naval, escribió en su influyente Sea Diseases (Enfermedades del Mar) que el escorbuto no tenía nada que ver con la dieta, sino que era resultado de la ociosidad. Añadiendo esfuerzo físico [p.e. trabajar más duro para el Almirante] "la digestión y la nutrición se desempeñaban mejor" y el escorbuto sería abatido. Otra voz influyente, John White, opinaba que la fruta fresca causaba enteritis y que "cuando los barcos llegaban a países abundantes en naranjas, limones, piñas, etc., uno tiene que asegurarse de que la tripulación coma muy poco de ellos ya que son la causa más común de fiebres y obstrucción de los órganos vitales". [ 9 ] Y sin embargo el archivo histórico está abarrotado de reportes donde estaba claro que los sabios marinos por toda Europa, sin estar atados a las embarcaciones nacionales pendientes del dinero, entendían completamente la importancia de una dieta apropiada en sus actividades de vida marítima. Tanto los Escandinavos como los Chinos conocían el valor de incluir arándanos frescos, algas marinas, o jengibre entre sus vituallas, común antes de la construcción de navíos más grandes y de viajes mucho más largos. [ 10 ] A inicios de los años 1600, el legendario Capitán del Elizabethan England, Sir James Lancaster, era bien conocido por llevar jugo de limón en las provisiones de su barco, Red Dragon, con el propósito específico de evitar el escorbuto entre su tripulación. Cuando el escorbuto comenzaba a aflorar, Lancaster llevaba sus barcos a puerto "para refrescar a nuestros hombres con naranjas y limones, para eliminar de nosotros esa enfermedad". Incluso compraba miles de limones, luego ponía a sus hombres a trabajar exprimiéndolos con el fin de hacer "agua de limón" para el viaje que proseguía. Lejos de ser consideradas como recomendaciones de un marino chiflado, los métodos de Lancaster fueron estandarizados en sus tiempos. En 1617, The Surgeon's Mate (El Amigo del Cirujano), escrito por John Woodall, el cirujano general del East India Company, escribió que el jugo de limón era usado a menudo como un preventivo diario en los barcos de la compañía. "Se envía una buena cantidad de jugo de limón en cada barco que sale de Inglaterra gracias al cuidado de los mercaderes, con el único fin de aliviar las necesidades de cada pobre hombre, lo cual es una comodidad admirable para los pobres hombres con esta enfermedad". Asimismo, la Dutch East India Company no sólo hizo uso frecuente de jugo de limón en sus viajes, sino que llegaron al punto de mantener plantaciones de cítricos en paradas clave a lo largo de sus rutas, incluyendo la Isla Mauricio, Santa Helena, y el Cabo de Buena Esperanza, donde en 1661, reportaron tener 1000 árboles de frutas cítricas. Estas eran compañías influyentes, experimentadas en comercio internacional y en el mantenimiento de flotas viables. De tal manera, no hay duda de que a inicios de los años 1600 -- mucho antes de ninguna mención de una "cura oficial" de parte de la medicina ortodoxa, e incluso mucho antes de la aparición del escorbuto como una pesadilla epidemiológica entre los navíos nacionales del mundo, el jugo de limón era "bien visto como la solución universal al problema del escorbuto". Francois Pyrard, quien navegó dos barcos Franceses hacia las Islas Molucas en 1602, registró el ataque de escorbuto en su propio barco y remarcó que "no hay cura mejor o más certera que limones y naranjas y su jugo: y luego de usarlo una vez con éxito todos se aprovisionan con ellos para utilizarlos cuando los necesiten". Asimismo, el jugo de limón era considerado una cura para el escorbuto por los primeros colonizadores de los Estados Unidos. El Baron De La Warr, un gobernador en Plymouth a inicios de los 1600 quien cayó enfermo con escorbuto en un viaje al Caribe, destacó, "Encontré ayuda para mi salud por medio de una dieta fresca, y especialmente de naranjas y limones . . . una cura indudable para (el escorbuto)". En la vecina Canadá, la Hudson Bay Company desde sus inicios en los 1600, enviaba pequeñas cantidades de jugo de limón para prevenir el escorbuto. [ 11 ] La historia sobre cómo los proveedores y abastecedores de productos cítricos vinieron a ser efectivamente etiquetados como "curanderos", al igual que una multitud de proveedores herbales de tratamientos efectivos lo son hoy en día, es una historia común. Durante el curso de los siguientes cien años, lento pero seguro, el uso de productos cítricos se reemplazó por remedios más caros con ganancias mucho mejores para sus proveedores y la creación de un sistema médico ortodoxo para proveer una base teórica para su uso. Que estos recientes "remedios" no funcionaban estaba fuera de contexto. Nadie podía explicar cómo funcionaba el "agua de limón". Pero el personal médico estaba entrenado para explicar cómo funcionaba el "aceite de vitriolo" (alcohol y ácido sulfúrico). Eso lo hizo legítimo. Una nueva teoría, con sanciones oficiales, fue todo lo que se necesitó para crear una nueva acometida de escorbuto como enfermedad de alta mar alcanzando proporciones epidémicas. Los productos que reemplazaron al jugo de limón como cura para el escorbuto resultaron tan estrafalarios, bobos, e infundados como los productos oficiales usados hoy para tratar el cáncer (p.e. la quimioterapia, radiación y cirugía radical). Ciento cincuenta años más tarde, el Almirantazgo Británico ordenó un tratamiento antiescorbútico estándar: una ración diaria de dos onzas de vinagre, aceite de vitriolo, y una potente medicina patentada llamada "Ward's Drop and Pill" (Gota y Pastilla del Cuartel) (un "purgante y diurético fieramente fuerte"). Dichos remedios se tomaban porque las autoridades a cargo lo ordenaron -- no porque hayan ganado alguna reputación de eficacia entre aquellos que eran los receptores potenciales. "Di una cantidad de (estos remedios) al cirujano, porque varios de los enfermos estaban dispuestos a tomarlos; algunos lo hicieron; aunque no sé de ninguno que creyera que eran de utilidad alguna para ellos ," escribió Lord Anson. [ 12 ] Al leer los registros históricos de este período, es evidente que con la infusión de la medicina profesional viene el abandono, no la aceptación, de la "cura obvia". Como señala Carpenter, "(la profesión médica) hizo el asunto tan complicado que difícilmente podría escogerse un tratamiento seguro y efectivo sin un diagnóstico sofisticado. Esto era ciertamente beneficioso para la profesión médica -- si no para el paciente. Como un estudioso Francés moderno ha escrito: 'Cuando las consideraciones teóricas prevalecieron sobre el empirismo, el tratamiento se volvió más y más complejo y menos efectivo.' " [ 13 ] Mucho antes de que marinos como Sir James Lancaster mantuvieran viva a su tripulación comprometiéndose con la obvia cura del escorbuto, la medicina ortodoxa estaba ocupada trabajando, intentado encontrar la manera de lucrar de aquello. Pero ahí se encuentra el reto. ¿Cómo podía una clase profesional de médicos y sus aliados apotecarios (p.e. boticarios) lucrar de una enfermedad si aquellos fuera de su clase podían identificar fácilmente esta enfermedad y curarse ellos mismos? No podía. Lo que se requería en este punto era un estado de dependencia de la profesión médica. ¿Pero cómo podía la medicina ortodoxa insertarse de manera lucrativa en el reciente fenómeno del escorbuto sin desacreditar la cura que ya estaba establecida? No podía. Siempre había la opción de no entrometerse y dejar que los marinos continúen identificando y curando -- nuevamente, no tratando, curando -- sus propias enfermedades. Pero entonces ¿cómo podía la medicina profesional sostener su propia autoridad en los asuntos de la sociedad si una de las más veloces crisis médicas emergentes estaba siendo erradicada sin ellos -- sin requerir doctor, apotecario, autoridad médica? No podía. Could the status quo possibly continue without severely impacting the very legitimacy of established medicine? ¿Podía continuar el status quo sin impactar severamente la legitimidad misma de la medicina establecida? No podía. De tal modo que se preparó el terreno -- no para dar crédito a la cura para el escorbuto (aún con lo obvio que era, incluso en la ausencia del descubrimiento de la Vitamina C), sino más bien su erradicación. Fue una campaña tan exitosa -- ejecutada voluntaria e involuntariamente -- que no sería hasta bien entrado el siglo 20 que estos esfuerzos disminuirían: para ese entonces el cáncer había ocupado el centro de atención como la "enfermedad del día", y la medicina ortodoxa desarrolló la audacia de acreditarse la cura del escorbuto -- una cura que se había pasado tres siglos tratando de ocultar, y que a un grado considerable y paradójico, aún oculta el día de hoy en su estado menos extremo: la hipoascorbemia. Dado que la trágica experiencia de la humanidad con el escorbuto ocurrió durante una época en que la medicina moderna, tal como hoy la conocemos, estaba recién sugiendo -- ciertamente, una epidemia en su nacimiento, su estudio ofrece la oportunidad de esclarecer cómo la cultura crea modelos que se atrincheran con el tiempo. Estos modelos contienen las semillas de la desaparición de una civilización, pero no sin antes exhibir terribles anomalías -- como la endémica e incontrolable condición del sistema médico ortodoxo de hoy. Para que exista una infraestructura médica institucionalizada bajo el sistema cultural operante que ahora define la civilización Occidental, tendría que haber algunos componentes no-descartables -- todos los cuales están interrelacionados. Se necesita una estructura jerárquica, una base ideológica, un monopolio de poder, y los recursos para mantener estas funciones. No obstante todos aquellos están subordinados a -- y desembocan en -- el elemento más crítico de todos: la necesidad de "establecer y constantemente reforzar su legitimidad". En este sentido, la anatomía de la medicina institucionalizada no difiere de la de cualquier estado gubernamental. [ 14 ] La jerarquía y la complejidad, como ha escrito Joseph Tainter, "son escasas en la historia de la humanidad, y donde el presente requiera constante refuerzo. Ningún líder de la sociedad jamás está lejos de la necesidad de confirmar su posición y política, y ninguna sociedad jerárquica puede organizarse sin la explícita provisión de esta necesidad". La jerarquía y la complejidad social gravitan naturalmente hacia la creación de un centro, no necesariamente uno geográfico, sino desde luego una "fuente simbólica para el marco de la sociedad. No es sólo la ubicación de las instituciones legales y gubernamentales, sino la fuente del orden, y el símbolo de la autoridad moral y la continuidad social. El centro forma parte de la naturaleza de lo sagrado. En este sentido, toda sociedad compleja tiene una religión oficial". Tainter prosigue diciendo que esta "autoridad moral y aura sagrada del centro" es crítica no sólo para el sostén de una sociedad compleja, sino para su florecimiento. Esto demanda no simplemente la manipulación de símbolos ideológicos, sino que requiere recursos sustanciales. En lo respectivo a la medicina, ¿cómo se crean estos recursos? Si es el caso, como claramente lo postulo, que las curas para la mayoría de enfermedades son simples remedios naturales que no se prestan a la propiedad privada (vía patente, derechos de posesión, etc.) o márgenes de ganancia más altos, entonces ¿qué condición principal debería haber para que surja una comunidad médica organizada y viable? La respuesta es obvia: requiere artificialidad. Requiere sistemas de pensamiento, delimitación de la religión -- que den valor artificial a la artificialidad. Y si se puede pensar en la enfermedad como una maladaptación sin resolver, significa crear enfoques complejos, artificiales, maladaptativos, para tratar la maladaptación. Entender este principio aplicado a la medicina organizada significa entender porqué no es posible que la medicina ortodoxa jamás se haya involucrado en nada más -- o en algo más -- que en un extenso sindicato del crímen, parasitario sobre los que dice servir, mientras se entrega al ocultamiento de curas legítimas. El simple, irrebatible hecho en este tema es que los productos y servicios con "valor agregado", en medicina como en cualquier otro campo de trabajo, significa tomar lo que la Naturaleza ha ofrecido (muy a menudo gratuitamente) y crear a partir de ello algo que es escaso. Esto ni siquiera es medicina: es una "presunción" tautológica en microeconomía. Tomar lo que la naturaleza ha provisto libremente y hacer algo inusual, escaso y talvez incluso difícil de replicar y esperar que este artefacto, extrínseco a la naturaleza, mejore lo que es intrínseco a la Naturaleza, es absurdo. La medicina organizada es ella misma una enfermedad -- egoísta y maligna. Penetra en el campo de la naturaleza, donde por cuenta propia se curan heridas, se coagula la sangre, microbios patógenos son superados por la inmunidad natural, e intenta cooptar a la Madre Naturaleza y afirmar que usando métodos enteramente Antinaturales puede superar los sistemas naturales que están inamoviblemente circunscritos a Su Dominio. La medicina moderna propone lo imposible: que a través de la maladaptación, puede dar salud -- cuando la salud nunca existe fuera de los propios límites de adaptación de un organismo. En este sentido, la Medicina Moderna funciona de maneras que imitan el proceso en sí de la enfermedad. Aplicado fuera del reino de la "agresión directa contra los individuos", Ivan Illic lo llama "iatrogénesis social", donde "la burocracia médica crea la mala salud incrementando el estrés, multiplicando una dependencia discapacitante, generando nuevas y dolorosas necesidades, bajando los niveles de tolerancia al malestar o al aguante de un individuo que sufre, y aboliendo incluso el derecho al cuidado de uno mismo". [ 15 ] Vemos esto una y otra vez al analizar la "cura para el escorbuto" y la versión revisionista que ahora se toma por historia. No puedo pensar en un mejor ejemplo que James Lind y su "Experimento Salisbury" de 1847. Éste fue "uno de los primeros ensayos controlados en la historia de la medicina, o en cualquier rama de la ciencia clínica". [ 16 ] Merece nuestra atención no sólo porque probó concluyentemente que las naranjas y limones contenían algo -- qué importa en este punto lo que es -- que curaba el escorbuto, pero para cualquier ser humano pensante, la manera en que fue ocultada es casi demasiado dolorosa de leer. Tomaría otros 48 años (1795) -- sólo luego de la pérdida de incalculables miles de marineros, un número indeterminable de navíos de guerra, la pérdida de las Colonias Americanas, y también casi la pérdida de la propia supervivencia de Inglaterra -- para que los caballeros del Almirantazgo Británico admitieran una derrota más humillante y hagan del jugo de cítricos una cuestión estándar en su línea de barcos. Sólo cuando la vida de la propia nación estuvo en riesgo, aquellos en la autoridad admitieron lo descabellado de sus remedios sin demostrar y permitieron a los marinos el acceso abierto a una cura que se había conocido por cientos de años. (Para aquellos que concluirían por mi comentario que la indiferencia para con la salud de su tripulación fue o es exclusiva de la autoridad Británica, les presentaría su contraparte Estadounidense: luego de que 30 mil soldados cayeron enfermos con escorbuto durante la Guerra Civil Estadounidense, la Armada de los EUA finalmente adoptó las raciones anti-escorbúticas en 1895 -- otros 100 años después de haber sido adoptada por los Británicos). [ 16b ] " No obstante tiene que quedar claro para cualquier mente reflexiva, que el cuidado del enfermo y herido es un asunto igualmente de política, humanidad y economía. Independientemente de que los hombres sean seres sensibles y criaturas semejantes, también pueden ser considerados como instrumentos mecánicos indispensables."Adm. Gilbert Blane 17 ". . . colgó sus hamacas en un compartimento separado en la proa -- tan húmedo, oscuro y repugnante como se pueda imaginar -- y les proveyó 'una dieta común para todos'. El desayuno consistía en papilla de avena endulzada con azúcar. El almuerzo (o cena) era ya sea "caldo fresco de cordero" u ocasionalmente 'pudines, galletas hervidas con azúcar'. Y para la merienda hacía que el cocinero prepare cebada y uvas pasas, arroz y arándanos, sagú y vino. Lind también controlaba las cantidades consumidas de comida. Durante el período de catorce días, separó a los marineros escorbúticos en seis pares y suplementó la dieta de cada par con varias medicinas y alimentos antiescorbúticos.Los resultados probablemente no sorprenderían a muchos pueblos indígenas, pero sorprendieron a Lind. Los del afortunado que fue alimentado con cítricos prácticamente ser recuperaron luego de apenas una semana. Ninguno de los sujetos de los otros ensayos se recuperaron de manera similar. De hecho, los que comieron cítricos terminaron ayudando a cuidar a las otras desafortunadas víctimas de escorbuto que no había recibido el mismo tratamiento. La conclusión de Lind clara y concisa, "los efectos más inmediatos y visibles se percibieron con el uso de las naranjas y limones . . . Las naranjas y limones fueron los remedios más efectivos para este desorden en la mar". [ 19 ] El año siguiente (1748) Lind se retiró de la Royal Navy, al tiempo que disminuyeron las hostilidades entre Inglaterra y España. Completó su grado en medicina en la Universidad de Edinburgo y en 1750 fue elegido como socio de la Real Academia de Médicos en Edinburgo. Se casó y estableció un consultorio privado. Parecería, sin embargo, que Lind era un bicho raro en el campo naciente de la medicina moderna tal como la conocemos ahora. Un inconformista no contento con el pensamiento convencional sobre el escorbuto que estaba en contra de sus propios descubrimientos, ocupó los siguientes tres años de manera tan comprehensiva y bibliográfica que tomó en cuenta cada descripción conocida del escorbuto, desde los registros más antiguos hasta los más modernos. Se recopilaron y tradujeron cartas y documentos de toda Europa. En 1753, seis años después del experimento Salisbury, apareció el tratado de Lind en Edinburgo: Treatise on the Scurvy, Containing an Inquiry into the Nature, Causes, and Cure, of That Disease Together with a Critical and Chronological View of What Has Been Published on the Subject (Tratado del Escorbuto, Conteniendo una Investigación en la Naturaleza, Causas, y Cura de Esa Enfermedad Junto con un Vistazo Crítico y Cronológico de Lo Que Ha sido Publicado sobre el Tema). Este libro es aclamado por numerosas autoridades y procedencias como un hito en la historia de la medicina. Tuvo, por supuesto, la oposición de un sistema inerte de patronazgo que era igual de grotesco como el que infesta los sistemas militares de la mayoría de naciones Occidentales modernas hoy en día. [ 20 ] Pero lo más revelador es cómo los historiadores modernos consideran el asunto. El mismo Harvie comienza su tratado sobre Lind destacando que el escorbuto mató a "miles de hombres, principalmente marineros, cada año durante al menos cuatro siglos antes de que fuera encontrada una cura". ¿Encontrada por quién? ¿Para quién? [ 21 ] No para los Esquimales. Ellos tenían una cura. Ninguno de los pueblos nativos de Norte América. Tenían sus propias curas. No los Polinesios, o los Malasios, o los Maoríes, o los Quechuas -- ¡demonios, traten de nombrar un pueblo indígena que no haya sido contaminado por el enfermo ambiente cultural que dio a luz al aborto moderno que llamamos Medicina Moderna que NO tenía una cura! [ 22 ] Todo el pensamiento centrado en Occidente en el cual está enmarcado "el descubrimiento de la cura para el escorbuto" me recuerda nuestra relación con Cristóbal Colón. A él, también, se le acredita el descubrimiento de algo : AMÉRICA -- pero de nuevo, ¿por quién y para quién? (¿Cómo se puede "descubrir" un lugar donde más de 55 millones de personas ya están viviendo? Un hemisferio que, como atestiguó Las Casas, estaba repleto de gente . . . como una colmena".) [ 23 ] La contribución de Lind no amerita el uso de la palabra "descubrimiento". ¿Cómo se puede descubrir algo de lo cual ya saben, usan y se benefician pueblos por todo el mundo y que no están conectados a la espiral intelectual de la medicina moderna? En lugar de percatarse de lo obvio: que Lind simplemente utilizó métodos Cartesianos de observación para confirmar lo que los pueblos de culturas de todo el mundo ya sabían, y que él es al contrario, dentro de los confines de la historia de la medicina moderna, elevado a una posición en su propio y privado Monte Olimpo. Se lo exalta por su "ensayo clínico controlado verdaderamente pionero", al tiempo que un notorio elogio asevera que "el descubrimiento de la causa y prevención del escorbuto es uno de los grandes capítulos en toda la historia de la humanidad . . . en gran parte obra de James Lind". [ 24 ] Qué solemne porquería. En la impetuosa atribución a Lind del inicial "descubrimiento de la cura para el escorbuto", se pierde la implicación del buen doctor en el ocultamiento. No contento con no entrometerse, -- porque ¿qué contribución hay a la ciencia médica al recomendar el consumo de limones? -- Lind decidió hacer su propia contribución a la medicina. La cura de la Naturaleza no era suficientemente buena. ¿Qué respetabilidad podría haber en ello? Así que se le ocurrió la idea de producir un "rob" -- un concentrado de cítricos, que se hacía hirviendo dichas frutas cítricas. El astuto observador hoy se dará cuenta de inmediato del error: la Vitamina C, sujeta a inestabilidad por calor, se destruíría en cualquier proceso similar. Cosa segura que James Lind, el hombre a quien se acredita haber hecho el primer estudio controlado en medicina, haría pruebas con su concentrado para asegurarse de que funcionaba igual de bien que las naranjas y limones. Así que fue exactamente lo que hizo, ¿verdad? Claro que no. Con el paso del tiempo, Lind comenzó a hacer recomendaciones sin probar, sin ensayar, estúpidamente ineficaces que no eran mejores que las otras recomendaciones lucrativas de sus colegas. En 1779, su trabajo final sugiere que el cremor tártaro es un sustituto adecuado -- y así se lo inserta confiadamente entre otras estupendas recomendaciones de Lind para mitigar el escorbuto: incluyendo la fumigación de los barcos con alquitrán ardiente. Diluyendo sus descubrimientos iniciales con una plétora de ineficaces disparates, se ha mencionado que Lind "complicó, si acaso no retrasó, el manejo exitoso del escorbuto en la navegación Británica y de Europa Occidental". [ 25 ] Sin embargo, Lind nunca sufrió las consecuencias de apalancar la publicidad de su positivo descubrimiento inicial para el escorbuto en esta serie de recomendaciones inútiles y sin pruebas. ¿Cómo podía resultar en oprobio oficial cuando aquellos a cargo respaldaban tratamientos para el escorbuto con derechos de propiedad, igualmente sin pruebas y carentes de propiedad curativa alguna? (Lo que se viene a la mente es la posición del Dr. John Pringle como Presidente de la British Royal Society y su influencia en el Almirantazgo para promover, por muchos años a finales de los 1700, el uso continuo de "mosto de malta", un tratamiento completamente inútil). Más bien, Lind ocupó el resto de su vida profesional como administrador hospitalario de alto rango, y creo que sería justo decir un miembro -- aunque no de la talla más alta allí dentro -- de la aristocracia imperante. Como vimos antes, la medicina moderna necesita bases ideológicas para mantener su legitimidad, y habiéndose convertido en un doctor hecho y derecho, y miembro del sistema, hubiera sido impensable para Lind concluir su Tratado sin introducir su propia teoría sobre su causa y cura. No sólo que las teorías de Lind (demasiado extensas para reseñarlas enteras aquí) son tan alocadas como sus contemporáneos, sino que activamente critica las ideas del único médico que, más que ninguno en su época, comprendió la verdadera causa y cura del escorbuto. Johan Friedrich Bachstrom fue un médico holandés de aquella época que identificó correctamente al escorbuto como una enfermedad de deficiencia nutricional. Dividió a las plantas en tres amplias categorías, ordenando su potencia como antiescorbúticos (de hecho, él acuñó el término). Aunque primitivo y necesitado de alteración para el entendimiento de hoy, el desconocido Bachstrom, al diferencia del altamente famoso Lind, anotó correctamente que "las hierbas más comunes y las frutas frescas superan a las preparaciones farmacéuticas más pomposas", y que "este mal se debe únicamente a una total abstinencia de alimentos vegetales frescos y hortalizas, lo cual es la verdadera causa principal de la enfermedad". ¿Qué? ¿Sin fórmula de marca registrada? Sin tratamiento especial -- o remedio aprobado oficialmente? Mala respuesta. Por su atrevimiento, Bachstrom fue apresado y murió en Lituania en 1742, a la edad de cincuenta y seis años. [ 26 ] En este punto la historia oficial -- dependiendo de la versión de quién usted escucha -- serpentea hacia el empírico éxito del Capitán James Cook para detener el escorbuto en la mar y hacia el colosal éxito de Gilbert Blane regresando a la moda los productos cítricos como un preventivo y cura para el escorbuto. [ 27 ] Aquí termina la historia, si usted escucha la narrativa común. Los cítricos son aceptados como la solución, para luego confirmar su contenido de la única cura aislada, la Vitamina C. El escorbuto se acepta como enfermedad de deficiencia. Y ahora todos pueden vivir felices por siempre, una vez más, GRACIAS a la medicina moderna. Pero eso no es en absoluto lo que ocurrió. Durante los últimos 200 años, el escorbuto ha resucitado repetidamente -- y en casi todos los casos, resurgió cuando la medicina moderna, con y sin la asistencia de sus hermanos de la industria de procesamiento de alimentos, no pudo resistir la tentación de inmiscuirse con un ángulo algo retorcido para hacer dinero de esta remanifestación. La obra de Carpenter está llena de ejemplos nauseabundos -- de los cuales sólo se extraerá un par aquí por propósitos de brevedad. Empezando por el verano de 1845, el clima en Europa noroccidental hizo un malvado giro resultando en la pérdida de cerca de la mitad de los sembríos de papa -- un importante artículo de primera necesidad y una fuente vital de Vitamina C. En Julio del siguiente año, un giro similar resultó en casi la total pérdida del cultivo en Irlanda y Bretaña. Este período en la historia se conoce como La Gran Hambruna de la Papa (1845-1848). Los ascorbatos no serían descubiertos sino hast ochenta años después, y sin embargo a pesar de un bien establecido Treatise on Food and Diet (Tratado de Alimentos y Nutrición) (Pereira, 1843), mencionando la "necesidad de vegetales suculentos y variedad en la dieta humana", voces prominentes obtuvieron el imprimátur del sistema médico para ayudar a introducir una colección de nuevas y chifladas teorías sobre el escorbuto y las nuevas y emocionantes posibilidades terapéuticas. En 1842, se publicó Animal Chemistry (Química Animal) , formulando la "teoría de la proteína" de la nutrición por Justus von Liebig. Carpenter resume sus tres puntos principales:
Una teoría igualmente descabellada que se hizo ampliamente aceptada en los círculos de la medicina ortodoxa fue la "teoría del potasio", razonando que al restringir su dieta de vegetales suculentos, el enfermo de escorbuto era sujeto a una deficiencia de sales minerales, principalmente potasio. Con el tiempo, la teoría se fue a pique, también, con el mero peso del sentido común (p.e. si una deficiencia de sales minerales tiene algo que ver con el escorbuto, ¿porqué el simple acto de la deshidratación -- en donde las sales minerales son preservadas -- destruye el valor anti-escorbútico de las frutas y vegetales?). Sin embargo, incluso en 1862, la teoría aún contaba con seguidores entre los de prestigio médico. Gradualmente, el interés en nuevas curas para el escorbuto decreció con la ausencia del escorbuto como un problema en tierra firme: en el verano de 1848, llegó una cosecha normal de papa, el escorbuto decreció -- y sin una forma de ayudar a "crear" nuevos casos de escorbuto, la medicina ortodoxa tuvo que dirigirse hacia otros mercados para pregonar sus bienes y servicios, pero no sin antes emitir sus recomendaciones nutricionales finales, absurdas, para evitar el escorbuto: "Evitar el uso de vegetales crudos, inmaduros, fruta ácida y de carozo . . . y bebidas ácidas en general". [ 29 ] La cura para es escorbuto requeriría, por supuesto, ignorar este "acertado consejo médico", tan seguro como curar cáncer hoy requeriría la evasión de casi toda la quimioterapia, radiación, y técnicas quirúrgicas invasivas y radicales -- las modalidades aprobadas por la FDA en Occidente. Con esto en mente, no debería sorprender al observador alerta que el escorbuto siempre haya sido escaso en áreas donde la gente vive "cerca de la tierra" -- no sólo porque están más aptos para conseguir vegetales y frutas frescos, ricos en ascorbatos, sino porque están bendecidos por la ausencia de amenazantes autoridades médicas. Un buen ejemplo es Hudson's Bay Company, la corporación comercial más antigua de Norteamérica, con operaciones continuas que se remontan a 1670. En todo ese tiempo, el escorbuto NUNCA ha sido un "problema serio que entorpezca su desarrollo". Pasando por alto las muchas "théories du jour", Hudson's embarcaba pequeñas cantidades de jugo de limón durante este mismo período del siglo diecinueve. [ 30 ] Uno tan sólo puede sopesar los horrores escorbúticos que hubieran esperado a sus usuarios si hubiesen seguido el "acertado consejo médico". No obstante, es el período siguiente, un período para el que cualquier niño escolar en Occidente probablemente le dirá que el problema de escorbuto ya estaba resuelto -- (después de todo, eso dice la narrativa común), que el escorbuto hizo su amenazante aparición otra vez y la medicina moderna surgió nuevamente con otra ridícula teoría. Llamaremos a este período "La Edad de la Teoría de la Ptomaína". [ 31 ] En 1876 una expedición marítima Británica retornó del Ártico justo después de un año. De 120 hombres, la mitad había sufrido de escorbuto, y 4 habían muerto por su causa. Una completa investigación se ordenó por parte de la Cámara de los Comunes, conduciendo al desarrollo de una teoría completamente NUEVA sobre la causa del escorbuto, que se volvería influyente en los años 1900. Merece examinar que el escorbuto fuera aún un problema para los exploradores, más de 120 años después de la ahora famosa publicación de Lind y sólo apenas un poco más de tiempo que esto a la fecha de esta publicación. Como se ha mencionado, Weston Price notó que a pesar de la falta de frutas y vegetales frescos, los Esquimales y otros pueblos del norte rara vez sufren de escorbuto. Están en contacto con la tierra y su relación con ella. [ 32 ] Pero dichas observaciones claramente no cuadran con la narrativa común propia de la medicina moderna, así que tuvo que crearse una nueva teoría en la era de las exploraciones polares para explicar porqué quienes comían carne en las latitudes septentrionales no contraían escorbuto, mientras que aquellos más al sur sí. Para nada sirvió más de un siglo de pruebas de que los cítricos frescos ya eran una cura establecida. Y así resultó "La Teoría de la Ptomaína", la cual, como uno de sus principales partidarios, Frederick Jackson, inconscientemente declarado, requería el desplazo de la cura ya establecida, "el uso de jugo de limón no previene ni cura el escorbuto . . . es una enfermedad que se desarrolla por comer alimentos enlatados . . . un envenenamiento lento . . . " Los historiadores modernos de la medicina hacen el papel de apologistas -- (no tienen otra opción) -- por el resurgimiento de estas periódicas y descabelladas teorías en las que se engancha la medicina ortodoxa -- excusas que sí concuerdan con el sentido común. En este caso, el escape es que Jackson observó a los grupos que tomaban su añeja onza diaria de jugo de limón sin ningún efecto. Por consiguiente, los cítricos no tienen ningún valor. No importa que la simple observación de que casi todos los alimentos se degradan en valor mientras más tiempo pase desde su recolección de su fuente natural -- mayor distancia en tiempo desde su cosecha inicial. Al trabajar con Vaughan Harley, un Profesor de Química Fisiológica en la Universidad de Londres, Jackson intentó dar vida a su teoría -- la cual obtuvo credibilidad dada la nueva aceptación de la Teoría de los Gérmenes de Pasteur. Los ensayos para la Teoría de la Ptomaína son descritos por Jackson en una entonces respetada monografía en 1899: "Si la carne no se preserva apropiadamente, los microorganismos la contaminan, y como consecuencia se daña -- las bacterias químicamente cambian la albúmina, grasa, carbohidratos en la carne, y el nuevo producto químico formado (ptomaínas) ocasiona el cambio en color, olor, etc . . . Antes de que la carne se haya dañado tanto que sea repugnante a los sentidos del olfato y vista, las bacterias pueden haber hecho su trabajo, y producido sus ptomaínas . . . Es dicha carne contaminada, y no la carne dañada, a la que hay que ver como la causa del escorbuto. La mayor prevalencia del escorbuto durante el invierno -- que se lo solía utilizar como argumento a favor de la teoría de la enfermedad sobre los vegetales frescos -- apoya esta teoría; porque en verano, si se guarda la carne, las bacterias proliferarían con tanta rapidez que la carne enseguida olería mal y sería desechada. En invierno no se contaminaría tan rápido, y podría cocinarse y comerse sin pensar en un peligro. Hay que recordar que, aunque el cocimiento destruye las bacterias, el calor ordinario tan utilizado no tendría efecto sobre sus productos químicos, o ptomaínas. Nuevamente, si la carne estuviera pútrida, comera causaría un envenenamiento agudo con ptomaínas, con dolor de cabeza, diarrea violenta, malestar . . . si se consumiera carne apenas contaminada, la dosis no causaría efectos inmediatos, y la enfermedad de desarrollaría gradualmente tal como sabemos que lo hace el escorbuto. [ 33 ]La teoría no fue considerada descabellada o ajena. Tenía el apoyo de nada menos que Lord Lister, Presidente de la Royal Society -- representando el pináculo de la respetabilidad del sistema. Los lectores recordarán que esta es la misma posición tomada por el Dr. John Pringle a finales de los 1700, quien, para provecho financiero, promovió su inútil mosto de malta a pesar de la clara evidencia de la efectividad de los cítricos tan abundantemente expresada por Lind. Se llevaron a cabo experimentos con monos para apoyar la teoría -- lo cual se puede esperar, porque uno de los más graves defectos en la religión popular que llamamos cientifismo es que los experimentos siempre conllevan una predisposición hacia la doctrina esperada, establecida. [ 34 ] El hecho de que la más pequeña consulta con estudiantes de Oriente hubiera aniquilado la teoría de la ptomaína en su crisol no pareció importar. Después de todo, en India se había observado escorbuto en soldados que ni siquiera comían carne. Cuando eran hospitalizados, su escorbuto se curaba "por la simple añadidura de limones frescos y papas". [ 35 ] Tal observación, sin embargo, iba contra los esfuerzos de la medicina ortodoxa por unificar y filtrar su constelación de observaciones, teorías y prácticas médicas bajo la rúbrica de la ahora consagrada Teoría de los Gérmenes. No es, entonces, sorprendente que dos años más tarde, en 1902, la British Medical Association abrió su reunión anual con un reporte de su Inspector General, un cirujano naval retirado de apellido Turnbull que expresó, "Por extensas . . . investigaciones en la literatura . . . me veo forzado a concluir que . . . la presencia de algún material tóxico en el alimento es la causa del escorbuto . . . también que el jugo de lima o limón se ha aceptado erróneamente como preventivo certero . . . Las provisiones frescas o puras son el verdadero antiescorbútico". (añado énfasis) Tal mentalidad, ahora establecida como un hecho médico y científico por el Sistema para inicios del siglo 20, se refleja en los comentarios de Reginald Koettlitz, el cirujano en jefe en una de las expediciones al Ártico de Jackson: "El beneficio del supuesto antiescorbútico es un engaño . . . que la causa del brote de escorbuto en tantas expediciones polares siempre ha sido que algo estaba radicalmente mal con las carnes preservadas, ya sean en lata o saladas, es prácticamente certero. Un alimento animal es escorbútico si la bacteria ha podido producir ptomaínas en él . . . de otra manera, no lo es". (añado énfasis) [ 36 ] El desastre que siguió, a saber, la muerte del Comandante Robert Falcon Scott (1868-1912) y sus acompañantes en la última expedición Antártica (1910-1912), merece nuestra atención no porque murieron de escorbuto. La sabiduría médica de esa época -- que pronto veremos no ha progresado mucho en el último siglo, y de muchas maneras ha retrocedido -- lo hizo inevitable. Lo que importa es la forma en la cual se ocultó la información. Lo más famoso en la historia Británica es que el ocultamiento se volvió una necesidad debido a la segunda y final expedición Scott -- estableciendo un remolino de reconstrucciones históricas que no fueron publicadas sino hasta finales los años 1970. [ 37 ] Que Scott perdió frente a Roald Amundsen en la carrera al Antártico -- una fuente irreprimible de vergüenza para los Británicos -- no es tan importante como desenterrar el verdadero origen de su fallecimento. La ración diaria en la expedición de Scott cuenta su historia por sí misma: carne desecada, galletas, mantequilla, cacao en polvo, azúcar y té. Baja en calorías y deficiente en Vitamina C. Cuando uno de los cirujanos navales, Atkinson, emitió un reporte sobre las condiciones de Scott y sus acompañantes después de que sus cuerpos fueron encontrados, se mencionó hambre y congelamiento, pero ni una palabra se dice sobre el escorbuto. Huntford especula, con base en su propia evidencia, que "hay pistas perdidas de que él [Atkinson] puede haber estado encubriendo evidencia de escorbuto, lo cual no se podía revelar porque se hubiese reflejado en toda la conducta de la expedición". Considerando comentarios hechos por miembros sobrevivientes de la expedición, así como el grado de edición del propio diario póstumo de Scott, este autor diría que las "pistas" se vuelven mucho más certeras que sugerentes. [ 38 ] La civilización occidental, como hemos visto, ha llevado a la humanidad bien adentro en el camino de la maladaptación, pero pocos ejemplos son tan iluminantes como el del escorbuto infantil, una enfermedad que está, primero que nada, enraizada en la inhabilidad para aceptar que la leche materna es el alimento más perfecto para el infante. Como la medicina moderna propone, de tantas innumerables maneras, que puede mejorar lo que hace la Naturaleza, mejor que la propia naturaleza, no resulta sorprendente que nuestra civilización introdujera una colección de fórmulas para bebé que suministran deficiencias nutricionales a los infantes que ocurren hasta el día de hoy. [ 39 ] A finales del siglo 19, a los infantes que manifestaban sintomatología de escorbuto se los diagnosticaba con lo que entonces se llamaba enfermedad de Barlow. Un sistema médico ortodoxo que no puede curar el escorbuto en los adultos, ciertamente no lo va a hacer mejor con los bebés -- y así es el caso, con prescripciones resultantes en ítems como clorato de potasio, yoduro de hierro, corteza de quinina, aceite de hígado de bacalao, etc. Durante mucho más de cuarenta años, los doctores hicieron dinero (por supuesto) visitando y prescribiendo una variedad de compuestos para tratar una enfermedad de deficiencia para la cual la cura REAL es impensable. Para un bebé en lactancia, la mejor prescripción antiescorbútica es la leche materna. ¡Imagínese! El escorbuto infantil es justamente una "enfermedad de afluencia", un subconjunto de las "enfermedades de la civilización" del cual las mencionadas versiones adultas del escorbuto con ellas mismas ejemplos principales. Boyden identifica el impacto de la civilización en el afloramiento de nuevas enfermedades: "la mayoría de los desórdenes de los que sufre la gente en la sociedad Occidental son desórdenes de la civilización, en el sentido de que hubieran sido escasos o inexistentes en la sociedad primitiva". [ 40 ] Lo comprendemos mucho mejor las bases fundamentales bajo las cuales florecería el escorbuto infantil cuando nos damos cuenta de que en la civilización moderna, la mención misma del seno de una mujer, ante todo, no trae a la mente ni la leche ni la subsistencia de infantes pequeños. Entre ciertos grupos culturales, la amamantación está asociada a un cierto atraso o incluso perversidad. De nuevo . . . maladaptación. De tal manera, no sorprende que mientras procedemos con nuestra cronología de una corta historia del escorbuto, encontremos que el siguiente relato se dirija él mismo hacia la especialidad clave de la medicina moderna: tratar la cuestión de la maladaptación -- fuente de los estados de enfermedad -- con aún MÁS madalaptación. Tomó la forma de todavía más apoyo a la aún naciente Teoría de los Gérmenes con la esterilización de la leche. La obra de Carpenter es bastante sugestiva sobre la "leche cocinada" como la causa de una gran cantidad de escorbuto infantil durante este período. Un ponente en una reunción de la Royal Society en 1898 definió el pensamiento médico dominante de la época: "La esterilización de la leche es uno de los más grandes avances que se han hecho en alimentación infaltil . . . Las enfermedades más importantes con las que tenemos que lidiar entre los infantes son los desórdenes digestivos en época de verano. La esterilización de la leche ofrece más ventajas al revisar o prevenir esas enfermedades que ningún otro método que haya sido ofrecido hasta ahora . . . Es posible que la esterilización de la leche pueda perjudicar sus propiedades nutritivas en un ligero grado . . . pero el perjuicio hecho así está bien recompensado con la más grande ventaja brindada al prevenir la enfermedad."Otro artículo considerado por la Society en la misma reunión es incluso más enfático: "No parece justo introducir en el estómago de un infante un alimento que contenga miles de bacterias en cada gota, siendo estas bacterias de calidad desconocida y muy posiblemente de peligrosas y de naturaleza patógena." [ 41 ]Nada de esto encuadraba en los artículos que se remontan a 1894 afirmando que la leche cruda era conocida por ser antiescorbútica -- una cualidad que se perdía durante la esterilización. Pero entonces, ¿qué era más importante? ¿Curar el escorbuto infantil? ¿O exaltar la información que apoyaba, y al mismo tiempo ocultaba la información que desacreditaba, cualquier faceta de la Teoría de los Gérmenes -- la nueva piedra angular del modelo de ganancias de la medicina? Para 1920 existía, sin embargo, suficiente respaldo epidemiológico para la idea de que la leche materna tenía un valor inigualable para los infantes que no se podía obtener de los sustitutos comunes de la época. En la edición de 1920 de Index Catalogue to the Library of the Surgeon-General's Office (Catálogo Index de la Oficina del Cirujano-en-Jefe) se acopilaron reportes de veintidós países, incluyendo Australia, Japón, Noruega y Brasil. En las comunidades donde el escorbuto en adultos estaba fuera de control, los bebés amamantados no mostraron evidencia del mal de Barlow. La evidencia hacía claro incluso para los críticos que el mal de Barlow en los niños y el escorbuto eran, de hecho, la misma enfermedad. Con la publicación en 1907 del famoso artículo de Axel Holst sobre el uso del cochinillo de Indias como animal modelo para estudiar el escorbuto, sólo sería cuestión de tiempo antes de que la cura para el escorbuto se exprese en una manera que incluso la oposición más arraigada en la medicina moderna estaría en apuros para combatir. The discovery of Vitamin C, its implications and the manner in which the "cure for scurvy" is still suppressed to this day are the subject of the fourth and final section of this chapter. El descubrimiento de la Vitamina C, sus implicaciones y la forma en que la "cura para el escorbuto" se oculta aún hasta nuestros días son el sujeto de la cuarta y última sección de este capítulo.
Capítulo 4, Sección 4
|
Uso la obra de Bown porque da una clara cuenta de la historia del escorbuto en Bretaña desde el siglo 16 hasta el 19. Sin embargo, para nada me suscribo al glorioso relato de Bown sobre este "milagroso descubrimiento" en sus términos. Bown por sí mismo está bajo la anestesia de nuestra narrativa común y parece cuidadoso de asegurar que su relato es concurrente con el tratado moderno y ortodoxo de la historia de la medicina. A modo de ejemplo, Bown cierra su Prólogo de introducción, desbordando que "la derrota del escorbuto fue uno de los grandes avances médicos y socio-militares de la era, un descubrimiento equivalente al cálculo preciso de la longitud en el mar, la creación de la vacuna para la viruela, o el desarrollo de la energía por vapor . . . Cómo la cura para el escorbuto se encontró y perdió y finalmente encontró de nuevo en una importante coyuntura en la historia del mundo es uno de los más grandes misterios de la era." (p. 7) No, no lo es. No es un misterio. No fue un misterio en ese entonces y no es un misterio ahora. Cuando usted comprende el funcionamiento interno de la medicina ortodoxa y el sistema de poder, no hay nada dentro de la intrincada historia de la historia del escorbuto en Occidente que no se pueda explicar abiertamente. Usted simplemente tiene que desear dar un paso atrás de la niebla propagandística. Hubo un momento durante mi encarcelamiento en los EUA en que me di cuenta de que no había casi nada en Meditopia que fuera original. Lo mejor que podía lograr era ofrecer una portada fresca y actual en una obra, un verdadero raudal de sabiduría extendiéndose a través de los Vedas, dentro de los más antiguos textos Sumerios, y más allá dentro de antigüedades aún desconocidas. Este pensamiento está bien representado en la Introducción de la obra de McKeown The Role of Medicine: Dream, Mirage, or Nemesis? (El Rol de la Medicina: ¿Sueño, Espejismo, o Némesis?, donde McKeown abre con un comentario de un historiador anónimo sobre la originalidad de las "ideas nuevas". "Siempre es más temprano de lo que usted cree", dice. Dado el período de tiempo dentro del cual examinamos la historia del escorbuto, es meritorio, pienso yo, repetir su relato de la arraigada opinión de Montaigne (1533-1592), respecto al valor de la medicina. " . . . al menos desde la época de Montaigne, la noción de que el tratamiento de la enfermedad puede ser inútil, desagradable, e incluso peligroso se ha expresado frecuentemente y con vehemencia, en particular en la literatura Francesa. La obra de Molière Le Médecin Malgré Lui (El Médico a Pesar de Él), la famosa operación en Madame Bovary y el relato de Proust sobre el precipitado examen del psiquiatra de su abuela mortalmente enferma ('Madame, usted se pondrá bien el día que se dé cuenta de que ya no está enferma . . . Sométase al honor de ser llamada neurótica. Usted pertenece a esa gran familia . . . con la cual estamos en deuda por las mejores cosas que conocemos') son ejemplos de la ironía y amargura con las cuales algunos de los más grandes escritores han expresado sus conclusiones sobre el trabajo de los doctores.' " (p. xi) Thomas McKeown Pero los escritores del Renacimiento que escribieron sobre los problemas inherentes a la profesión médica no están, una vez más, expresando ideas originales que no se extienden a la antigüedad. Un ejemplo que encaja en nuestros propósitos y ayuda a que la lunática historia del escorbuto tenga sentido como se lo presenta en el texto principal a la izquierda se extiende tan hacia atrás hasta Platón.
"La historia, como Sócrates la cuenta a su amigo Fedro, se desarrolla de la siguiente manera:
Tamus recibió una ocasión a Teut, quien fue el inventor de muchas cosas, incluyendo los
números, el cálculo, la geometría, la astronomía y la escritura. Teut exhibió sus inventos al
Rey Tamus, afirmando que deberían hacerse conocer ampliamente y hacer disponibles a los Egipcios.
Sócrates continúa:
Postman prosigue diciendo que esta historia del Fedro no es menos relevante hoy que lo que fue
en la época de Platón -- de hecho, lo es más. Porque "estamos actualmente rodeados de una
muchedumbre de fervorosos Teus, profetas tuertos, que sólo ven lo que las nuevas tecnologías
pueden hacer y son incapaces de imaginar lo que ellas desharán."El rey le preguntó de qué utilidad sería cada una de ellas, y Teut le fue explicando en detalle los usos de cada una; y según que las explicaciones le parecían más o menos satisfactorias, Tamus aprobaba o desaprobaba. Dícese que el rey alegó al inventor, en cada uno de los inventos, muchas razones en pro y en contra, que sería largo enumerar. Pero cuando llegaron a la escritura, Teut declaró, "He aquí una invención, mi señor y Rey, que beneficiará tanto la sabiduría como la memoria de los Egipcios. He descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener.' A esto, Tamus contestó, "Teut, mi modelo de inventor, el descubrimiento de un arte no es el mejor juez del bien y el mal que se acumularán para aquellos que lo practican. Tú, que eres el padre de la escritura, entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario a su verdadera función. Quienes la conozcan dejarán de ejercitar su memoria y se volverán olvidadizos; confiarán en la escritura para traer cosas a sus recuerdos por medio de símbolos externos en lugar de sus propios recursos internos. No has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias. Das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma: verán que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes. Y llenos del endiosamiento de la sabiduría en vez de la sabiduría verdadera, serán una carga para la sociedad". (p. 1-5). Tal es la mala orientación al construir grandes navíos de guerra para emprender guerras cuestionables -- sólo para perder más hombres y barcos a cuenta de enfermedades y falta de juicio de los que pudieron perderse en batalla. Así es el largo desvío de siglos que tomó la cura para el escorbuto cuando Lind introdujo la "tecnología" de hervir y concentrar el jugo de limón ("rob" de limón). El procesamiento no sólo desactivaba el ascorbato, sino que en el proceso de no poder ver que el limón funcione con el nuevo y pretendido método, se dio una total descrédito a cualquier noción de que las frutas cítricas fueran antiescorbúticas. El error no sería descubierto y comprendido hasta bien entrado el siglo 20. Así es la falacia de la manufactura de suplementos vitamínicos (incluyendo Vitamina C) para propósitos de reforzar alimentos procesados desvitalizados. Porque aunque el propósito deseado es hacer al alimento más nutritivo, esto sólo desvirtúa al consumidor de alimentos más naturales, orgánicos, que poseen los nutrientes necesarios sin que alguien se los añada -- siempre produciendo resultados que no son igual de nutritivos o saludables o de soporte vital como los alimentos originales que reemplazan. Así es la tragedia de permitir que organizaciones políticas, como el Congreso de los EUA, creen burocracias "protectoras", como la Food & Drug Administration de los EUA -- ella misma, un tipo de tecnología. Porque aunque su propósito ostensible es proteger a los Estadounidenses de los efectos dañinos de alimentos, bebidas, cosméticos, etc. hechos o vendidos inapropiadamente, en realidad es funcional y bastante literalmente, un mecanismo cruel para suministrar una falsa garantía al Público de que tienen una organización que presta atención a sus mejores intereses, cuando la verdad es que es un burdel para compañías farmacéuticas poderosas y otros dentro del Complejo Médico Industrial. Más Estadounidenses han muerto por políticas predeciblemente imprudentes de la Food & Drug Administration de los EUA, que en todas las guerras en las que EUA jamás haya participado. Como lo muestra la historia del escorbuto, "nuestros inventos sólo han mejorado los medios de un fin inmejorado". Postman lo pone claro en su discusión de las implicaciones de ver la tecnología como un único fin: la medicina se trata hoy, como lo fue en los tiempos de James Lind, de la enfermedad y no del paciente. Lo que el paciente sabe es indigno de confianza; pero lo que la máquina sabe sí es confiable. (p. 100) Esta es la tautología de la ciencia moderna en sí y no se la puede hacer concordar con las necesidades de la buena salud: porque la ciencia en sí está construida sobre bases que dictan que los sentidos no son confiables, pero las herramientas del científico sí. En 1748, el año en que Lind efectuó su estudio sobre el escorbuto en el H.M.S. Salisbury, se publicó un libro en Europa titulado Man a Machine (El Hombre Máquina). Escandalizó tanto al clero que su autor tuvo que buscar refugio en la corte del rey-filósofo Federico el Grande. El ensayo comienza manifestando, "No es suficiente para un hombre sabio estudiar la naturaleza y la verdad; debería atreverse a decir la verdad para el beneficio de los pocos que desean y pueden pensar. Y el resto, que son voluntariamente esclavos del prejuicio, ya no pueden llegar a la verdad, como las ranas no pueden volar." (Ver Man a Machine (El Hombre Máquina) p. 85). El libro no fue escrito por un filósofo o estudiante de economía política. Fue escrito por un médico. Una "verdad para el beneficio de los pocos" siempre fortalecerá a esos pocos a costa de los muchos. Porque la tecnología es y siempre ha sido una generadora del tipo de asimetría social de la cual una visión objetiva de la historia de la medicina provee un tesoro escondido de ejemplos clave de apoyo. En el presente trabajo podemos decir que nuestra corta historia de los escaróticos fue la "Exhibición A". La historia truncada del escorbuto es, en el presente capítulo, la "Exhibición B". James Lind es un ejemplo histórico maravilloso del porqué alguien que trabaja dentro del sistema, para el sistema, y debe conservar respeto por ese sistema está mal preparado para ser un reformista de ese sistema. Aprendí esto primero por Paracelso. Es un tema también tratado por Kuhn en su estudio de las revoluciones científicas, las cuales examinaremos ahora . . . Traigo a colación la obra de Kuhn en este punto -- (estaremos escuchando sobre él más adelante) -- porque nadie más ha hecho un trabajo tan brillante para proporcionar el marco conceptual que permita al explorador del Conocimiento comprender porqué la comunidad científica está -- y esto es, en mi opinión, la más grande obviedad de la Medicina Ortodoxa -- tan consistentemente errada. Porqué lo que llamamos hecho científico cambia tan a menudo como las hojas de un árbol. Kuhn también nos proporciona aún más herramientas para destapar los detalles de "el hombre tras la cortina". Los puntos de abajo se han tomado de mi Cuaderno de Prisión sobre la obra de Kuhn. Lo que usted ve es una combinación de los comentarios de Kuhn (con páginas citadas), y mi propio comentario actual. En otras palabras, este material contiene los más notables conceptos que aprendí de Kuhn, las deducciones que saqué de ahí en conjunción con todas mis otras lecturas y contemplaciones, y la fuente originaria en la obra de Kuhn.
|